Saturday, June 20, 2009

el padre de la luna


Hoy comprendí por qué no se murió. Tanto me puede querer mi papá para aceptar sin preguntas todo lo que pudo ser su pequeña hijita. Yo no le creía, pero al verle aprender a cambiar pañales desechables (modernidades inservibles, según él) jugar con el tigger, abrochar vestiditos y zapatitos me doy cuenta de que sí, él es súper papá.


Si siempre lo creí tan fuerte no comprendo cómo llora por una vacuna como si se la estuvieran poniendo a él. Debo confesar que le desee la muerte varias veces, una vez me dijo que no se podía, que por algo él estaba aquí y ya sé por qué, quién le iba a mentar la madre al guachimán que no quería que usara el ascensor cuando estaba saliendo del hospital, quién me daría el más hermoso y poético apellido del mundo, quién me prepararía ese delicioso hígado frito para recuperarme de mi anemia del alma, quién me dejaría trabajar con el corazón menos roto.


Ahora espero que se vista de papanoel esta navidad, quiero escuchar los gritos lunares a la medianoche, esos gritos que son su felicidad, porque él me ama tanto (aunque mi billetera amanezca saqueada y aún le tenga miedo a los dinosaurios por su culpa) que ama todo lo que viene de mí como si fuera suyo, es un padre digno de compartirlo con la Luna.


Ahora voy a casa a darle un beso y estoy contenta porque mi padre está vivo, poque siempre fue mi padre, nunca fue mi amigo, no importa, amigos tengo varios.


Un padre se convierte verdaderamente en padre cuando ama a sus hijos y se convierte en el mejor padre cuando sus hijos lo aman.

la lámpara azul

la lámpara azul